La ocupación en sucesivos momentos de la elevación de La Poza por al menos tres campamentos temporales romanos nos habla de la importancia de este lugar en el desarrollo de las campañas de conquista de Cantabria, entre los años 26 y 19 a.C. El recinto más antiguo, identificado recientemente, presenta una planta poligonal que abarca la práctica totalidad de la cima, situada a 1.091 msnm, y su ladera sur, sobre una superficie que podría llegar a superar las 13 ha. Su construcción ha de ponerse seguramente en relación con el episodio de destrucción y abandono del cercano castro de Las Rabas y el control del paso de la cordillera por este punto. El recinto siguiente muestra ya una perfecta forma de naipe y encierra un área de 7,73 ha. con un anexo de otras 2,3 ha que se extiende por su lado meridional. El último de los campamentos se levantó en cambio tras la finalización de las guerras cántabras y podría relacionarse con la construcción de la calzada que desde Segisamo y Pisoraca alcanzaba la cornisa cantábrica, cuyo trazado discurre a pocos metros del recinto. Su tamaño es de apenas 5 ha y presenta también planta rectangular con esquinas redondeadas y puertas en clavicula.


En el caso de los campamentos de La Poza, el Pedrón y el castro de las Rabas, nos encontramos con un paisaje arqueológico que engloba un escenario bélico. La vía que discurre al pie del campamento principal es el elemento vertebrador de ese paisaje, al fosilizar un itinerario de conquista que se remonta a la época augustea. Su trazado obedece a consideraciones claramente militares, ya que prioriza el control visual sobre los pasos de montaña de la zona a la utilización de caminos menos costosos por el fondo del valle.
El alto de La Poza no es la elevación más prominente de la zona, pero sí tiene un amplio dominio visual sobre el paisaje inmediato, especialmente hacia el sur, en dirección al paso natural del puerto de Pozazal, y el NE, donde se encuentra la ciudad de Iuliobriga.

El recinto campamental se completaba, en sus fases de uso inicial, con la disposición de un pequeño castellum en el lugar conocido como El Pedrón, al oeste de la Poza. Desde allí se controlaba el paso alternativo por el valle del río Marlantes, a través de Sopeña y Cervatos.
La datación de las estructuras campamentales que forman parte del conjunto de La Poza presenta las dificultades inherentes a este tipo de contextos. Se trata de campamentos que tienen un uso estacional, generalmente breve, que proporciona escasos elementos de cultura material. A ello se suma la yuxtaposición de ocupaciones sobre un suelo extremadamente erosionado, que hace imposible la discriminación en la atribución de los hallazgos, casi todos ellos recuperados sobre el lecho geológico. De hecho solo las evidencias materiales asociadas a la colmatación del foso del más reciente de los campamentos permiten su asignación a época tardoauaustea/ tiberiana. Ese momento final queda también refrendado por el hallazgo de dos ases de Tiberio en el espacio interior compartido por todas las estructuras. Para la época inicial de la ocupación solo se puede suponer que se desarrollase durante las fases iniciales y centrales de la contienda, en época augustea, como se desprende del tipo de hallazgos asociados al nivel de destrucción del castro de Las Rabas -que no se adentran en esa etapa- y de la propia mezcolanza de materiales indígenas y romanos que encontramos en el espacio interior ocupado por los campamentos.
Además de los trabajos de microtopografía y excavación realizados con anterioridad, dentro del proyecto se ha llevado a cabo una prospección geofísica, todavía no concluida, en la que se ha utilizado el método magnético. Sus resultados permiten confirmar la disposición del recinto más antiguo y comprobar su estructura de agger y fossa, que también se aprecia en los recintos posteriores, a pesar de que en superficie sea casi imperceptible.


Finalmente, la prospección ha permitido localizar también dos puertas en clavícula en el establecimiento más reciente que no habían podido ser identificadas por otros métodos. Todo ello nos sirve para validar el uso de esta metodología sobre esta clase de yacimientos.